20 de marzo de 2005

Expectativas

En estos días he tratado de reafirmar en mi memoria algo que considero extremadamente importante, pero que comúnmente se olvida. Se trata de las expectativas; concretamente en lo que se refiere a no esperar demasiado de los demás, por más evidente que parezca su siguiente movimiento. No debemos nunca dar nada por hecho. Incluso lo que tenemos de momento en la mano porque, desgraciadamente, he comprobado una y otra vez aquélla idea que tan repugnante -o debo decir, angustiante- me resulta sobre que absolutamente nada es para siempre; nada es 100% seguro ni 100% nuestro.

Es triste para mí sostener dicha idea, pero no me queda más que aceptar de algún modo su veracidad. Hasta la fecha, y durante toda mi vida, he tenido la tendencia a esperar algo de los demás; creo que es por eso que en tantas ocasiones me he sentido sola, defraudada y desilusionada... incomprendida también, incluso engañada.

El hecho de que alguien no reaccione como tú esperas o como reaccionarías tú en las mismas circunstancias, no lo convierte en una mala persona o en alguien que no vale la pena. Simplemente somos personas diferentes y eso es lo que debemos evaluar: ¿qué tan tolerables son esas diferencias para nosotros?

Deja que las reacciones se den de manera espontánea; si no se dan, busca en otro lado, pero no juzgues mal a quien no hace las cosas a tu modo o no cambió por ti... ni siquiera pretendas que lo hagan porque es una actitud muy injusta... para ambas partes.

Lo único que realmente podemos exigir, y sólo cuando nos lo hemos ganado dándolo a los demás, es el respeto.