25 de abril de 2011

De sueños y ansiedad. Segunda parte:

Continuando con el tema de la ansiedad que me atacó, trataré esta vez de no desviarme tanto. La ansiedad y mi falta de aire, ambas consecuencia de pensar en las implicaciones que tendría botar todo a la fregada por buscar un destino bailando, por seguir y conseguir -en el mejor de los casos- ese sueño.

De hecho, algo en mí me dice que esto no debería ser un tema de agobio pues, si es lo que quiero... bienvenidas las consecuencias, los cambios y lo que venga!... no? Sí, creo que así debería ser, pero a mí me preocupa, me da miedo. Eso es. Lo dije.

No vivo sola, ayudo económicamente a mi mamá, viuda de 67 años. Ok, y si tuviera la posibilidad de seguir ayudándola? creo que de todos modos sería una gran decepción para ella y eso me pesa. Y cómo odio que me pese. Cómo quisiera que mi aparentado y tan gastado valemadrismo fuera real y poder aplicarlo a cualquier situación. Y no puedo evitar que me importe.

No sé que sería peor: que me importe como para detenerme en la persecución de mi sueño, o que me valiera madre ocasionarle un infarto a mi familia (no a todos, aclaro). Y tal vez sea un pretexto que proyecta mi miedo al éxito. Creo que soy capaz de eso.

Y no me hago la mártir. También sé que mucha gente me apoyaría y comprendería... bueno, esto último tal vez no pero aun como atracción bizarra en su círculo social, hay quienes estarían fascinados con la historia de la "brillante" abogada que prefirió dedicarse a bailar por 3 pesos dejando un buen empleo... y a los casi 32 años. Seguro sería tema de muchas sobremesas, sería una celebridad al menos por un tiempo... já!

Me angustia la idea que tengo metida de volverlo a intentar porque ¿qué pasaría si lo logro? De alguna manera me estoy sobre estimando pero tengo que pensar en todos los escenarios. ¿Cómo y cuando lo comunicaría? ¿Cómo decírselo a mi jefe que, aunque sé que en el fondo comprendería porque él mismo es un artista, se decepcionaría... no sé, tal vez estoy pensando demasiado, como siempre, por los demás. Tal vez pensar es mi problema.

Con mi mamá sin duda sería un drama. Siempre le ha parecido que mis clases de baile y violín son una mafufada y cree que debería invertir mi tiempo y dinero en una maestría, que debería dar clases de derecho o tomar un curso de algo más... útil? Nunca ha visto el arte como una profesión seria y redituable; mucho menos a mi edad. Le parecerá un arranque de rebeldía desesperado ante la inminente y paulatina huida de mi juventud más "infantil", más prometedora. Sí, le parecerá un acto desesperado para evitar madurar, y lo relacionará inevitablemente, como hace con todo, con su diagnosticado miedo al compromiso sobre cuya existencia no me he decidido aun. Una estupidez, una falta de proyecto de vida, un ideal infantil y poco realista que no cabe en su obtuso mundito. Una estupidez, finalmente, de la que seguro me voy a arrepentir.

Y tal vez mis genes maternos me traicionan un poco y por eso yo misma me freno, encuentro mil razones para no hacerlo, lo medito demasiado, dudo, y no quiero enfrentarlo. Tal vez por eso no doy mi 100% (¿o sí?) y me congratulo en exceso por haberlo intentado, pero no sabría que hacer si tuviera éxito.

Creo que hay ciertas preguntas clave que me tengo que responder yo misma en un momento de soledad y meditación:

¿Quiero o no lograrlo?
¿Estoy o no dispuesta a lidiar con todas las consecuencias que deriven de tomar el riesgo?
¿Es una decisión que me reprocharía después si no tengo el éxito esperado? Esto lo pregunto por mi altísimo grado de intolerancia a la frustración.
¿Me voy a sentir culpable?
¿He pensado que tal vez sea una tontería?
¿Es estúpido?
¿Creo en la tontería de que ya estoy grande?
¿Preferiría olvidarme y quedarme donde estoy?

Y sobre todo... ¿Soy feliz donde y como estoy?

Tengo que establecer mis prioridades y no forzar la congruencia de mis palabras con mis actos. Es válido también renunciar a un sueño si la decisión es propia y pensada. Es válido reacomodar las prioridades. Lo que no es válido es darse por vencido por miedo; renunciar a un sueño por darlo gusto a otros; anularse uno mismo y no respetar los propios sueños; posponer los sueños por estupidez, desidia y negligencia. Sólo tenemos unos cuantos años para cumplir nuestros sueños, algunos años que se llaman vida, cuya fecha de caducidad no viene en el empaque.

Y nos gusta pensar que siempre habrá tiempo después para lo que no nos hemos animado a hacer. Bien dicen por ahí "hay más tiempo que vida" que, dicho sea de paso, se usa para alentar a la gente a no preocuparse por lo que no han hecho, cuando el verdadero fondo de la frase es que nuestra vida terminará antes, mucho antes de hecho, que el tiempo. Éste nunca se detiene y le vale si seguimos o no aquí. Lo que no hayas hecho es muy tu problema, el tiempo sigue, el mundo sigue y tú, tal vez te quedaste ahí, a la mitad, insatisfecho.

Y con todo y mis angustias sigo haciendo planes, aunque todavía no estoy muy segura de cómo aterrizarlos, pero sí, sigo buscando hacer mi sueño realidad, tal vez incluso compaginándolo con mi profesión de abogada que finalmente sería lo ideal. Ya los actualizaré sobre esto, si se hace, si no, y sólo espero que, sea lo que sea que decida, deje de voltear atrás y preguntarme ¿qué hubiera pasado si...?


20 de abril de 2011

Desafío: 50 libros 2011



Me encontré con este banner en uno de los blogs que sigo (Mórtido) y no lo pensé dos veces. La verdad no recuerdo muy bien cuántos ni cuáles libros he leído de enero a abril, pero definitivamente I'm in!! Click en el banner para mayor información.

Gracias por esta iniciativa a enlibroabierto.blogspot.com

1. Los Pilares de la Tierra de Ken Follet
2. Las 3 preguntas de Jorge Bucay
3. La muerte de Vladimir Jankelevitch
4. Testigo de Cargo de Agatha Christie
5. Los hijos de Sira López
6. Moonwalker de Michael Jackson
7. Mozart para Dummies
8. Historias desconocidas de la Independencia y la Revolución (Trino)
9. 50 años mirando (Eva Lobatón)


9 / 50 libros leídos. 18% done!

De sueños y ansiedad. Primera parte: organizando mis ideas.


A media luz, sentada en una mesa arrinconada de un conocido restaurante en la colonia Nápoles al que decidí invitarme a cenar, por fin conseguí respirar.


Una hora antes estaba en mi casa cuando de pronto me sentí asfixiada en mis cuatro paredes; necesitaba salir... corriendo. Necesitaba espacio, un espacio ajeno para ventilarme y pensar. Me sentí libre en el mismo momento en que giré la llave para encender el auto, y me dejó de importar incluso el tráfico nocturno de la ciudad. No había decidido a dónde ir, y por un segundo cruzó mi mente la idea de simplemente seguir manejando sin rumbo fijo y dejarme sorprender. Casi logro engañarme pero como siempre, me cuesta actuar sin un plan previo, así que mi cabeza se esforzó por decidir sobre la marcha, a dónde me dirigía. Pasaron veinte opciones por mi cabeza, incluso distintas sucursales de un mismo restaurante y... Sí, no solamente me obsesiona contar con un plan previo, también tengo graves problemas siempre que me enfrento con más de una opción, para decidir y elegir, ¿o sería más acertado decir que mi problema es renunciar a otras opciones?

Como sea, me decidí por este lugar porque entendí que lo que quería y necesitaba era pensar, pero también necesitaba ver gente, consentirme; y éste me pareció el lugar perfecto para hacerlo: es discreto, silencioso, oscuro, más solitario -como yo-, y más vacío... ¿como yo?

Para no variar, una vez dentro del lugar pensé que debí haber ido a otro en la colonia del Valle, que siempre me llama. Y aquí hago un paréntesis para reiterar mi deseo de mudarme a la famosa y cotizada colonia del Valle. Voy a vivir ahí tarde o temprano, lo sé, con mi terraza, mis dos recámaras, mi baño y medio y estacionamiento suficiente. Con una pared cubierta de piso a techo por un flamante espejo, y con mi piso de duela, y conmigo; con mis sueños, mis frustraciones y tal vez un perro; con mis responsabilidades aumentadas y mis nostalgias; con mis anécdotas, mis recuerdos y claro, con mis sonrisas, a veces solitarias pero sonrisas al fin, sonrisas con o sin motivo.

Sigamos con mi tarde solitaria. Elegí una mesa y me di cuenta, en cuanto empecé a hacerlo, que necesitaba escribir o platicar conmigo que para el caso, para mí caso, es lo mismo, pero me vería realmente muy loca haciéndolo en voz alta. Las páginas de las libretas que siempre llevo conmigo son mi mejor interlocutor, especialmente cuando hay público.

Me sentí feliz de estar sola regalándome una cena de despedida al "buen-comer", ya que me disponía a retomar la dieta al día siguiente. Me había excedido realmente en las últimas semanas.Maldita ansiedad. A eso se debía todo en el fondo: esas semanas había estado sufriendo severos ataques de ansiedad. No sé, o no he analizado a qué se debìan, pero sí cuento con una referencia que me parece bastante acertada. Creo que todo empezó a partir del 29 de enero, día en que audicioné para entrar a la compañía de street dance 2XS, sobre lo cual, por cierto, no le comenté a nadie. El hecho de asistir a la audición me hizo sentir feliz y orgullosa, totalmente alineado con lo que siempre soñé hacer: bailar. 

No tuve éxito en la audición esa primera vez, pero decidí intentarlo de nuevo en seis meses más. Tal vez en el fondo no quería que me aceptaran en la compañía en este preciso momento de mi vida; creo que no me parecía oportuno pero no quise dejar pasar la experiencia, y es de ahí de donde sospecho se desata mi ansiedad. 

Entrar a la compañía o a donde sea, pero finalmente dedicarme a bailar... profesionalmente... ¿a mis treinta y un años? Así es, aunque sé que todos piensan que es una estupidez: "pero por Dios, si eres abogada". Claro, ¿a quién se le ocurriría, no? Pero no sería finalemnte algo tan "original". Son muchos los que han abandonado profesiones "decentes" y "seguras" para vivir de alguna forma de arte: la pedagoga-violinista, el abogado-escritor, la ingeniero-cantante y maestra de canto, el pasante de comunicólogo convertido en celebridad on-line, actor, productor, vlogger... y yo quiero bailar.

Y me detuve a pensar si de verdad estoy consciente de lo que implica dedicarme a bailar, con toda la formalidad de llamar "maestro" al instructor, con horarios definidos y asistencia supervisada, con entrenamientos exhaustivos que incluyen géneros apasionantes para mí y otros que no lo son tanto. Y me respondo que no lo sé. Siempre ha sido mi pasión, pero nunca la he llevado más allá del nivel de pasatiempo, terapia, desahogo. Esa dedicación la conozco porque la viví, únicamente con relación al derecho y las leyes, que es la carrera que estudié, pero finalmente ahí aprendí a lidiar con materias que odiaba y a aprobarlas, a ser formal y hablar a los maestros de "usted", siempre fui puntual y cumplí las exigencias, aprendí a partirme la madre y no dormir por lograr mis objetivos. Con más razón, si lo hice por el derecho, ¿no haría eso y más por algo que realmente me apasiona?

Creo realmente que nací para bailar. Aunque no lo haya demostrado públicamente, en la audición por ejemplo, es una habilidad y un gusto nato, nunca me entrenaron, nunca lo perfeccioné técnicamente, y aun así, sé que lo hago muy bien y lo disfruto como ninguna otra cosa. Sin embargo, de alguna manera mis treinta y uno pesan. No porque me sienta vieja sino porque he acumulado, de alguna u otra manera, una lesión en la rodilla que muy a mi pesar, y aunque lo intento, me impide o me dificulta realizar algunos movimientos a veces necesarios para perfeccionar la técnica; sigo acumulando años de tabaquismo y algunas disfunciones físicas mínimas, por ejemplo, en los dedos de los pies para hacer un arco o sostenerme en las puntas; mala circulación; una fractura de clavícula cuyo primer aniversario recién celebré el mes pasado... sí, todavía me arriesgo un poco.

Y a pesar de todo y de todos -creo que este es el punto importante- lo quiero seguir haciendo, y lo voy a seguir haciendo, profesionalmente o no. Podré ser bailarina si alguien confía en mi habilidad -o la demuestro- a pesar de mis limitaciones, por llamarlas de algún modo, y de no haber tenido la preparación académica en la materia. O podré ser la abogada que baila en sus ratos libres. Pero en cualquiera de las modalidades posibles, bailaré hasta que mis piernas decidan quebrarse o no moverse más.

¡Por Dios, -contestaría yo- sólo tengo treinta y un años!





19 de abril de 2011

Tanto y tanto pensar... mala idea



"Tómate el tiempo para deliberar, pero cuando el momento de actuar haya llegado, deja de pensar y actúa." (Andrew Jackson)


Cito esta frase como entrada independiente porque uno de mis más grandes defectos es el mal hábito de revolcar hasta el exceso las ideas en mi cabeza, brincando de una opción a otra, haciendo todas las consideraciones "pertinentes" -junto con otras tantas que me invento y no vienen al caso- y finalmente no aterrizo nada, o no estoy plenamente convencida de mi decisión. Tengo que aprender a decidir sin hacerle tanto a la mamada, aprender a confiar en mis decisones, aprender que los errores también nos hacen crecer y que lo de menos es retomar el camino después de cada caída. No se puede prever todo para ir siempre sobre seguro, así que trataré en cada situación de dejar de pensar y pensar y simplemente, en el momento oportuno, actuar.