22 de junio de 2013

Lo que ellas quieren... o no

Todas hemos dicho o escuchado en algún momento una frase del tipo: "Ya no hay hombres que valgan la pena" o "yo sólo quiero un hombre de verdad". ¿Cierto?

En esta ocasión quiero comentar el punto para aclarar qué es eso de "hombre de verdad". Sin duda para cada mujer será algo distinto, coincidiendo por supuesto en algunos puntos. Por ejemplo, a todas nos encanta decir que nuestro hombre ideal debe ser cariñoso, caballeroso, guapo, atento, educado, bla, bla, bla. No niego que son cualidades que yo también busco, pero tampoco niego que en más de una ocasión las he encontrado y a la hora de los golpes me he dado cuenta que  no es suficiente. Y no, no estoy loca ni soy una maniática exigente de porquería a la que -como dice mi primo- ningún pito le embona (perdón por la nacada).

Y puedo asegurar que al resto de las damas les ha pasado algo similar. ¿Nunca han tenido esa especie de novio perfecto del que tu familia se enamora en media hora? Sí, ése que tus amigas envidian y al que se refieren como "el premio mayor de la lotería"; te dicen que lo cuides, que tienes la mejor de las suertes. Y, ¡oh sorpresa!, un día te das cuenta que la relación es monótona, que algo le falta, que a pesar de tanta monería no te sientes enamorada. Cosas de esas.

A mí me suena a que decimos lo que creemos que debe decir toda mujercita que le tire a una relación decente orientada al matrimonio, como querrían sus papás, sus tías y su religión. Porque qué clase de loca se atrevería a decir que lo que la haría feliz sería un tipo con problemas para comprometerse o sin profesión, un hombre cero atento o adicto al sexo, rudo e irresponsable. ¿Quién, por el amor de Dios querría algo así? ¿Nadie? Yo creo que más de una, tal vez enferma mental; y no lo va a decir pero recordemos que los hechos hablan más que las palabras.

Todo esto me llevó a tratar de ser honesta conmigo y confesarles qué es lo que de verdad me gustaría encontrar en ese alguien, empezando por las clásicas que ya mencioné, porque sí, yo quiero todo :P.

- Un hombre atento. Es decir, que te abra la puerta, te prenda el cigarro, te retire la silla, te ayude a cargar el super. No entiendan la atención como que ustedes son inútiles y el wey es su gato. Son ATENCIONES, es decir, cosas que pueden hacer las mujeres por sí mismas y que él no está obligado a hacer, pero es hermoso que le nazca y se ofrezca a hacerlas por ti porque eres su princesa... no porque crea que eres estúpida.

- Un hombre puntual. Esto tal vez debería incluirlo en el primer punto porque sin duda es un reflejo de respeto, de atención y de educación. Y es tan malditamente difícil que la gente sea puntual. No sé si es el país en el que vivo, donde vaya que nos hemos encargado de distorsionar el concepto de puntualidad para que nunca signifique llegar a la hora de la cita. No entiendo la complicación de llegar a las 2 si la cita es a las 2... pero al gente siempre tiene una buena razón. Pretexto lo llamaría yo. Y si pones cara de pocos amigos, se ofenden y eres una incomprensiva, y el tráfico, y la lluvia, y estoy cansado, y ¿qué no te da gusto verme?, y "malo que no hubiera llegado". Mmmmh no sé. A veces yo preferiría que ya no llegaran, tomando en cuenta el pinche humor con el que me van a encontrar. No señoritas, no es mucho pedir. He conocido hombres (mi ex novio es el mejor ejemplo) que a la hora exacta que hicieron la cita, están tocando el timbre; que si no están seguros a qué hora podrán llegar, no se comprometen con una hora sino te dicen tal cual "no sé a qué hora salga pero te aviso en cuanto vaya para allá" ... Y LO HACEN! Te avisan que ya están en camino. ¿Ven? no es tan difícil.

- Un hombre educado/respetuoso. Por educación no me refiero a la academia, sino a lo que el wey mamó en su casa. El wey que no se estaciona ocupando dos lugares o, pero aún, en uno para discapacitados; que no se mete en la fila, no se pasa los altos, que trata a sus subordinados con respeto. Hablo de cultura cívica, de empatía, de humildad... que no sea un maldito naco con complejo de superioridad.

- Un hombre que me se desvele conmigo y lo disfrute, que crea que vale la pena. Que se le quita el sueño porque no quiere cortar la plática, el momento. Un hombre que guarde su energía para estar conmigo, no que llegue a dormirse a mi casa esperando que le haga piojito toda la tarde. Un hombre que me vea y se le ilumine la mirada mientras la sonrisa se le escapa por más que la quiera disimular.