10 de noviembre de 2013

Alguien máteme

Lo estoy haciendo de nuevo... soy una control-freak en inicio de recuperación y es mucho más difícil de lo que había pensado. Como en todo, no basta la intención, aunque es el primer paso, y es justo la dificultad para aterrizarla en acción lo que nos hace resignarnos y abandonar el propósito.

Me esfuerzo con cada nueva relación y me prometo que mi actitud será otra esta vez. Y lo logro hacia afuera, y lo logro temporalmente... nada más. No sirve que la otra persona te perciba de la manera que te gustaría ser si es una actitud forzada, si el cambio no es de fondo, si no te la estás creyendo, si esa versión de ti no es consecuencia natural de lo que pasa en tu vida y dentro de ti, de una vida feliz, de una sana autoestima, de estar en tu centro.

Hasta ahora, no puedo evitar del todo analizar, esperar, especular sobre todo lo que pasa o deja de pasar en mi vida; sobre lo que controlo y lo que no... todo lo cual deriva en mis clásicos ataques de ansiedad y bueno, no es divertido.

Creo que tendría que empezar a analizarme yo, más que a las situaciones y a las demás personas. ¿Por qué me estresa y vuelco toda mi atención en lo que suceda o deje de suceder; en lo que puedan estar pensando otros? que además, claro, debe suceder de acuerdo a mis limitados parámetros mentales, porque si no "algo falta" "no está mal, pero podría estar mejor" o "seguro en algo la cagué"... No mamen qué hueva. Y yo soy a la primera víctima de mi propia exigencia: siempre algo falta, siempre algo debe estar mal.

En fin que ahora en cuestión de nada- es lunes y esta nueva loquera empezó el sábado- ya estoy hecha un nudo de ansiedad, miedos y sospechas que es para morirse.

Tengo muchas reacciones que tengo que aprender a identificar y controlar antes de que exploten. He aquí un ejemplo, un pequeño top-5 de cosas que me encabronan y que  no controlo:

1. EL "uy siempre no". Que me cancelen un plan me super caga. Pero no me pasa con cualquier plan ni con cualquier persona, no sé de qué depende pero lo que sí sé es que cuando se trata de un date pasa siempre. En principio porque ya planeaste el día, tal vez pospusiste algunas cosas, te organizaste, te arreglaste, ¿yo qué sé? Acomodo mi universo para que quede el día perfecto para el plan y Madres! me cancelan. Pero sé que detrás hay algo más. No entiendo por qué si actividades y hobbies me sobran, no es como que me quedo sentada sin idea de qué puedo hacer ahora que ya no hay plan... y de todos modos me emputa. Creo que el mounstrito de la inseguridad se me escapa por momentos de la jaula,  me caga darme cuenta de que a mí me emociona más el plan que a la otra persona. Me molesta un extra más cuando la razón de cancelar me suena a pura mamada, aunque claro, puedo estar en lo cierto o estar interpretando cosas que ni al caso... así que debo dejar de juzgar las razones de los demás, dejar de validarlas únicamente si yo las usaría igual. No sé, es como una especie de vergüenza -qué palabra tan fuerte- de emocionarme a lo pendejo, de que me tengan lástima, de saber que yo puedo hacer que las cosas sucedan y la otra persona no crea que es tan importante como para semejante circo y decida mejor cancelar. Pero claro, tampoco tengo por qué juzgar y cuestionar las prioridades de la gente, sino agradecer que están cuando quieren estar y disfrutarlo. Ultimadamente ¿qué me parece tan dramático de quedarme como novia de pueblo? Lo horrible o lo equis que pueda ser me parece que depende de mí. Y en ese sentido, el sábado me gustó porque a pesar de mi ansiedad aderezada con tristeza, decidí usar ese tiempo en principio muerto porque me cancelaron, en invitar a mi mamá a comer a mi casa y a ver una película. La pasó muy contenta, la saqué de su entorno de siempre, y valió la pena. Fue una tarde linda.

2. El puto Whatsapp. Odio el chat, de verdad. La tecnología sin duda es una maravilla hoy en día; te puedes comunicar gratis por horas con quien quieras, pero es un arma de doble filo. Eso de poder ver cuándo leen tu mensaje, cuándo están en línea, que el GPS te avise desde dónde te mandan el msj y usando qué dispositivo. Es horrible. Fomentan el stalkeo y la ansiedad sin fin. No me dejarán mentir cuando digo que no hay cosa más provocadora de suicidio que mandar un mensaje a una persona especial, ver que está "en línea" y que no te conteste. Te sientes ignorado, rechazado, poco importante... ¿Qué diablos? Creo que si eso pasa es porque así te sientes por dentro desde antes de que existiera tanta mamada tecnológica.

3. El detallito ignorado. Que prepares una linda cena, te acuerdes de alguien y le compres la tutsi pop que le encanta, le hables en su cumpleaños o la felicites por un logro equis, le chulees algo, etc., y la otra persona simplemente proceda con una expresión más bien fría y un "ah gracias"... o ni eso. Uno da un regalo por la emoción de ver la reacción de la otra persona. Cuando la reacción es casi nula... yo me siento hasta estúpida de haber pensado en la persona. Y me emputa.

4. El avión. No soporto estar hablando con alguien y darme cuenta de que su cabeza está en el perrito que acaba de pasar al lado. No soporto que me pregunten de pronto sobre algo que aclaré 15 minutos antes, porque para mí eso significa que no me estaban escuchando. Y esto va de la mano con las interrupciones. Me recontra caga que me interrumpan. Sé que hablo hasta por los codos pero mi capacidad de hablar y hablar es directamente proporcional con la de cerrar la boca y escuchar. Y odio, porque yo no lo hago, que cuando estoy contando algo, el interlocutor saque un chiste o un albur de lo que dije o saque el celular para contestar un mensaje equis, o me salga con un "ay perdón que te interrumpa pero me acabo de acordar, no te conté que ayer blah..." Es neta? A veces no digo nada, a veces exploto, depende la confianza que tenga con la persona pero puta madre. Por ahí alguien hace poco me dijo que mi problema es que soy muy intolerante a las interrupciones... y sí, lo soy, pero creo que a nadie le gusta no? Por favor díganme si tengo un problema porque en este caso me lo dijo una persona que sacaba el cel para ver el último albur que le mandó su cuate mientras comíamos juntos y platicábamos de algo... y la del pedo era yo. En fin.

5. La impuntualidad. No se trata del retraso en sí, sino de la nula consideración de tomar el maldito teléfono y avisar que ya no llegas o que vas retrasado. Sé que hay situaciones extremas en que el cel se muere, no hay manera de comunicarte, tal vez se te ponchó una llanta y ni pedo, hasta eso doy chance de que me avienten la historia antes de explotar. Pero que alguien llegue una hora después o no llegue, sin haberte avisado y para colmo ya cuando te ve llega con una mega sonrisa y ninguna explicación o disculpa, como si fuera normal, como si nada pasó y pretenden que no lo notes. Claro, ya cuando "reclamas" o preguntas qué pasó, hay de dos: hacen cara de what o salen con "ay bueno ya llegué no? pinche genio". ¿En serio es tan complicado respetar un compromiso, respetar el tiempo ajeno?

Total que el punto es que nada de esto es divertido. Sé que tengo razón en querer que me escuchen, me respeten, etc., pero creo que tal vez la reacción es lo que es too much, tal vez la forma, tal vez es pura mamada mía hija de mis inseguridades y hago que la paguen los demás. Pero no, no lo disfruto,  no me hace feliz, me tiene con un hoyo en el estómago cuasi-permanente y bola de historias pendejas en la cabeza que me ponen peor. Si no son másters en estas artes, de verdad no lo intenten en casa.