20 de abril de 2011

De sueños y ansiedad. Primera parte: organizando mis ideas.


A media luz, sentada en una mesa arrinconada de un conocido restaurante en la colonia Nápoles al que decidí invitarme a cenar, por fin conseguí respirar.


Una hora antes estaba en mi casa cuando de pronto me sentí asfixiada en mis cuatro paredes; necesitaba salir... corriendo. Necesitaba espacio, un espacio ajeno para ventilarme y pensar. Me sentí libre en el mismo momento en que giré la llave para encender el auto, y me dejó de importar incluso el tráfico nocturno de la ciudad. No había decidido a dónde ir, y por un segundo cruzó mi mente la idea de simplemente seguir manejando sin rumbo fijo y dejarme sorprender. Casi logro engañarme pero como siempre, me cuesta actuar sin un plan previo, así que mi cabeza se esforzó por decidir sobre la marcha, a dónde me dirigía. Pasaron veinte opciones por mi cabeza, incluso distintas sucursales de un mismo restaurante y... Sí, no solamente me obsesiona contar con un plan previo, también tengo graves problemas siempre que me enfrento con más de una opción, para decidir y elegir, ¿o sería más acertado decir que mi problema es renunciar a otras opciones?

Como sea, me decidí por este lugar porque entendí que lo que quería y necesitaba era pensar, pero también necesitaba ver gente, consentirme; y éste me pareció el lugar perfecto para hacerlo: es discreto, silencioso, oscuro, más solitario -como yo-, y más vacío... ¿como yo?

Para no variar, una vez dentro del lugar pensé que debí haber ido a otro en la colonia del Valle, que siempre me llama. Y aquí hago un paréntesis para reiterar mi deseo de mudarme a la famosa y cotizada colonia del Valle. Voy a vivir ahí tarde o temprano, lo sé, con mi terraza, mis dos recámaras, mi baño y medio y estacionamiento suficiente. Con una pared cubierta de piso a techo por un flamante espejo, y con mi piso de duela, y conmigo; con mis sueños, mis frustraciones y tal vez un perro; con mis responsabilidades aumentadas y mis nostalgias; con mis anécdotas, mis recuerdos y claro, con mis sonrisas, a veces solitarias pero sonrisas al fin, sonrisas con o sin motivo.

Sigamos con mi tarde solitaria. Elegí una mesa y me di cuenta, en cuanto empecé a hacerlo, que necesitaba escribir o platicar conmigo que para el caso, para mí caso, es lo mismo, pero me vería realmente muy loca haciéndolo en voz alta. Las páginas de las libretas que siempre llevo conmigo son mi mejor interlocutor, especialmente cuando hay público.

Me sentí feliz de estar sola regalándome una cena de despedida al "buen-comer", ya que me disponía a retomar la dieta al día siguiente. Me había excedido realmente en las últimas semanas.Maldita ansiedad. A eso se debía todo en el fondo: esas semanas había estado sufriendo severos ataques de ansiedad. No sé, o no he analizado a qué se debìan, pero sí cuento con una referencia que me parece bastante acertada. Creo que todo empezó a partir del 29 de enero, día en que audicioné para entrar a la compañía de street dance 2XS, sobre lo cual, por cierto, no le comenté a nadie. El hecho de asistir a la audición me hizo sentir feliz y orgullosa, totalmente alineado con lo que siempre soñé hacer: bailar. 

No tuve éxito en la audición esa primera vez, pero decidí intentarlo de nuevo en seis meses más. Tal vez en el fondo no quería que me aceptaran en la compañía en este preciso momento de mi vida; creo que no me parecía oportuno pero no quise dejar pasar la experiencia, y es de ahí de donde sospecho se desata mi ansiedad. 

Entrar a la compañía o a donde sea, pero finalmente dedicarme a bailar... profesionalmente... ¿a mis treinta y un años? Así es, aunque sé que todos piensan que es una estupidez: "pero por Dios, si eres abogada". Claro, ¿a quién se le ocurriría, no? Pero no sería finalemnte algo tan "original". Son muchos los que han abandonado profesiones "decentes" y "seguras" para vivir de alguna forma de arte: la pedagoga-violinista, el abogado-escritor, la ingeniero-cantante y maestra de canto, el pasante de comunicólogo convertido en celebridad on-line, actor, productor, vlogger... y yo quiero bailar.

Y me detuve a pensar si de verdad estoy consciente de lo que implica dedicarme a bailar, con toda la formalidad de llamar "maestro" al instructor, con horarios definidos y asistencia supervisada, con entrenamientos exhaustivos que incluyen géneros apasionantes para mí y otros que no lo son tanto. Y me respondo que no lo sé. Siempre ha sido mi pasión, pero nunca la he llevado más allá del nivel de pasatiempo, terapia, desahogo. Esa dedicación la conozco porque la viví, únicamente con relación al derecho y las leyes, que es la carrera que estudié, pero finalmente ahí aprendí a lidiar con materias que odiaba y a aprobarlas, a ser formal y hablar a los maestros de "usted", siempre fui puntual y cumplí las exigencias, aprendí a partirme la madre y no dormir por lograr mis objetivos. Con más razón, si lo hice por el derecho, ¿no haría eso y más por algo que realmente me apasiona?

Creo realmente que nací para bailar. Aunque no lo haya demostrado públicamente, en la audición por ejemplo, es una habilidad y un gusto nato, nunca me entrenaron, nunca lo perfeccioné técnicamente, y aun así, sé que lo hago muy bien y lo disfruto como ninguna otra cosa. Sin embargo, de alguna manera mis treinta y uno pesan. No porque me sienta vieja sino porque he acumulado, de alguna u otra manera, una lesión en la rodilla que muy a mi pesar, y aunque lo intento, me impide o me dificulta realizar algunos movimientos a veces necesarios para perfeccionar la técnica; sigo acumulando años de tabaquismo y algunas disfunciones físicas mínimas, por ejemplo, en los dedos de los pies para hacer un arco o sostenerme en las puntas; mala circulación; una fractura de clavícula cuyo primer aniversario recién celebré el mes pasado... sí, todavía me arriesgo un poco.

Y a pesar de todo y de todos -creo que este es el punto importante- lo quiero seguir haciendo, y lo voy a seguir haciendo, profesionalmente o no. Podré ser bailarina si alguien confía en mi habilidad -o la demuestro- a pesar de mis limitaciones, por llamarlas de algún modo, y de no haber tenido la preparación académica en la materia. O podré ser la abogada que baila en sus ratos libres. Pero en cualquiera de las modalidades posibles, bailaré hasta que mis piernas decidan quebrarse o no moverse más.

¡Por Dios, -contestaría yo- sólo tengo treinta y un años!





No hay comentarios:

Publicar un comentario