30 de marzo de 2012

Esos hubieras...

Ayer pensé que estaría de huevos no haberte conocido. De verdad lo pensé. Pero luego me detuve y recapacité. La neta sí estaría de huevos porque en este momento me valdría poco menos que un carajo la razón por la que no has llamado, o qué pasó la última vez, que te hizo dar marcha atrás... ok, siendo honesta no es que estuvieras muy "en marcha" antes, pero como sea estabas. Tampoco me estaría debatiendo internamente entre llamarte o no, queriendo anticipar lo que vas a decir o pensar, pensando en estrategias pendejas, en fin.

Como sea, no estaría hecha mierda adjudicándole a tu desaparición la mitad de mis traumas existenciales en los que no tienes nada que ver. Y así concluí varias cosas. De no ser por ti no me sentiría mal, pero no estaría bien. Me explico: queriendo ser un poco positiva creo que por tu pinche culpa y muy a la mala me vi obligada a reflexionar sobre mi vida, sobre la persona que llevo años creyendo que soy, la que muestro y la que en realidad soy; he tenido que revivir viejas historias, viejos episodios que duelen, y mucho; he tenido que abrir viejas heridas para hurgar un poco y resolver algunos misterios del engendrito que soy. He tenido el cerebro a punto de explotar con tanta información que le he metido en tan sólo unas semanas.

Por tu pinche culpa he llorado como una imbécil; llorado hasta faltarme el aire y querer gritar, correr, desaparecer. He buscado un pinche botón en mi mente que diga Delete y ni madres, no hay... a quién se le ocurre equiparnos con un costal de sentimientos que no coordinan con el cerebro, y luego no incluir ese pinche botón tan básico.

Y de tanto pensar -reitero, por tu pinche culpa- me doy cuenta que me dueles. Me duele tu ausencia y tu indiferencia, tu estar y no estar, tu puta soberbia; me duelen tus caricias, tus miradas, tu cuerpo sobre el mío. Me duele todo eso, sí, pero no me mata. Lo que me mata es dolerme yo. Me matan mis palabras a solas, mis miradas en el espejo, mis juicios que no me perdonan nada; me matan mi descuido e indiferencia hacia mi dolor y mis heridas; me mata mi intolerancia y la auto-crítica; ah sí, y los golpes que me asesto en el centro del pecho con regular frecuencia. Me matan mis jodidas culpas.

Nunca nadie ha sido tan ojete conmigo como yo misma. Eso duele, mata, consume y destruye. Y ¿quién coños me he creído yo para tratarme así? ¿Con qué derecho dejo que cualquiera venga y derrumbe los pocos y pequeños castillos que tanto me ha costado levantar y mantener? ¿Con qué huevos me hago pequeña e invisible para luego aparecer con cualquier disfraz que combine mejor con el de al lado? ¿Con qué cochino derecho me condeno y me niego todo perdón?

Y tú destapaste esta cloaca de mierda con un consejo que en cualquier otro momento y de no haber venido de ti, probablemente habría ignorado, habría sido intrascendente. Pero lo tomé, y no era de hecho un mal consejo, muy al contrario, no podía ser más solidario y bien intencionado, pero no pensé que sería el tirón que faltaba para abrir esta caja de Pandora en la que encerraba tantas cosas que ya había olvidado, o esas que de una manera evidentemente no muy hábil intentaba al menos no recordar.

Me cuesta creer -aunque tal vez me convenga- que ese era tu papel, tu misión divina en mi vida; que me quedas a deber hasta el adiós, que no tienes nada que decirme ni nada que escucharme; que desde el día uno esto no daba para más. En resumen, me cuesta creer que de pronto te importe una mierda, que no tuve nada que aportar, y que para ti cualquier explicación está de más. Yo no puedo borrar de un día para otro a alguien que me gustaba para personaje activo de mis historias. No puedo y tal vez ese es mi pinche problema. Tal vez la gente normal es como tú, que hoy jala para un lado y mañana para otro; que no tiene un pedo en cambiar y probar, que no se amarra ni se aferra, ni se clava con culpas estorbosas. Tal vez por eso eres feliz, tal vez sólo lo aparentas.

Y a pesar de todo, de algún modo enfermo y medio psyco, muy en el fondo creo que dentro de no mucho te lo voy a agradecer, aunque ya no estés. Y sigo pensando que estaría de huevos no haberte conocido o al menos no haberte notado. A veces estaría de huevos no ser yo.

1 comentario:

  1. Luza:
    Que huevos tienes para escribir esto...hay quienes ni siquiera se atreven/nos atrevemos a pensar queuno mismo es la causa de la jodidez o infortunio propios. Pero eso que dices de que TU cargas y no puedes dejar ir y que no entiendes el repentino olvido... Ni madres, no eres tu, yo creo que a todos nos pasa y es entre el daño al ego (de verdad valgo tan poco como para que este cabrón no tenga la decencia de decir adiós) y la posibilidad de perder algo que es tuyo, bueno o malo, jodido o no, pero tuyo. Pero grandes palabras, honestas y fuertes, como es la vida. Un abrazo

    ResponderEliminar